Por una integración canina justa y digna en nuestra sociedad

Introducción


Además de ser apasionados de los perros y haber compartido muchos años de nuestra vida con ellos, tenemos una serie de inquietudes enfocadas a la evolución preocupante de la situación de los perros en nuestra sociedad. Desde muchos puntos de vista, hoy en día se están dando muchas dificultades y complicaciones en la integración sana de los perros en nuestras ciudades y pueblos, produciéndose consecuencias nefastas y problemas de todo tipo que van aumentando su incidencia: abandonos, superpoblación en protectoras y refugios, malas condiciones para perros, voluntarios y trabajadores, problemas de conducta, agresiones, miedo, inseguridad, fobia, estrés, ansiedad, alergias, enfermedades genéticas, desinformación en los medios de comunicación y en las redes sociales, legislación dañina, intolerancia o miedo a los perros, envenenamientos, etc.

Creemos que existe un gran déficit global en nuestra relación con ellos ,como sociedad y como individuos que es la raíz principal de todos estos problemas, podemos resumirlo en tres ideas: la falta de interés/compromiso por aprender (y por mejorar realmente la situación), la falta de conocimiento (y la falta de consenso en el conocimiento) y la falta de respeto a su naturaleza. Por lo tanto, si lo que buscamos es el bienestar animal (y humano) tenemos que ponernos las pilas: somos nosotros los que hemos introducido a los perros en nuestra sociedad, en nuestro entorno; nosotros hemos provocado la proliferación sin control y la convivencia de miles de perros en nuestras casas, parques, ciudades, pueblos… por lo tanto tenemos que implicarnos en serio, sólo así podremos caminar hacia el bienestar conjunto y la armonía.

Nuestra finalidad a largo plazo es poder aportar apoyo, acciones y proyectos para construir una integración canina justa y digna en nuestra sociedad, a continuación podrás leer en profundidad la fundamentación de esta idea y algunos criterios de actuación que proponemos para poder materializarla y llevarla a cabo.


¿Qué entendemos por integración justa y digna?


La vida de los perros en el planeta ha cambiado mucho en los últimos 100-150 años, no por su propia naturaleza ni fruto de su evolución si no porque el ser humano ha transformado dicho mundo haciendo que todas las especies vean afectadas sus condiciones de vida. Además en el caso de los animales domesticados se ha manipulado completamente la selección natural, la genética, la crianza, los condicionamientos, aprendizajes y experiencias, la habituación a otros escenarios antinaturales, la neotenia, las rutinas y en definitiva el destino y el sentido de la existencia de dichas especies (siempre, por supuesto, para el beneficio y el aprovechamiento humano). Hace 100 años era prácticamente impensable que un perro pudiera vivir en un piso, dormir en tu propia cama, jugar con los niños, salir todos los días por la ciudad a pasear y jugar con otros perros, ir a la peluquería,etc. Todos estos cambios los ha provocado el ser humano: la industrialización, la ultra-urbanización, el cambio drástico de los entornos rurales, la despoblación en el campo y la masificación en las ciudades, la vida humana ultra-sedentaria… han sido elementos que poco a poco a lo largo de los años han ido modificando el hábitat natural de los perros, sus experiencias y sus aprendizajes así como el propio uso o destino que los humanos han decidido para ellos. Ha cambiado completamente el papel que ocupan en la sociedad y los perros no han tenido más remedio que adaptarse y aunque algunos de estos cambios sí han sido para bien, la mayoría no han tenido en cuenta las necesidades reales de los perros (hablamos obviamente de nuestro mundo occidental, en otras zonas del mundo los procesos son diferentes y van más lentos).

Pero es sobre todo en los últimos 15-20 años cuando hemos vivido una aceleración brutal de este proceso de “integración del perro en nuestra sociedad”. Hemos visto elevarse exponencialmente el número de perros en las ciudades, el número de familias o personas que tienen perros y en definitiva la convivencia constante con ellos dentro de nuestro entorno y nuestra vida diaria,tengamos perro o no. En nuestra opinión, el problema es que esta integración no se está haciendo,una vez más, pensando en las necesidades reales de los perros. Por un lado, tenemos los deseos o intereses de personas, empresas o instituciones que sacan beneficio o aprovechamiento. Esta relación con los perros se ha mercantilizado mayoritariamente y cuando no se tiene en cuenta el bienestar se producen situaciones completamente perjudiciales: selección humana bajo demanda, líneas de belleza y concursos, criadores inmorales responsables de un aumento exponencial de enfermedades genéticas y la devaluación de las razas, comercio ilegal, perros de trabajo o deportivos adictos, perros de caza maltratados o abandonados, peleas de perros, corporaciones veterinarias implacables y carroñeras…. Por otro lado, tenemos personas bienintencionadas y amantes “desinteresados” de los perros que, por desconocimiento, desinformación o falta de consciencia del problema, cometen errores1 que luego provocan las situaciones que nos muestran entre alarmas rojas en los medios de comunicación infundiendo un miedo a la sociedad que al final,como siempre, pagan los propios perros, tanto individualmente (abandonos, “sacrificios”, encierros) como colectivamente: haciendo normas y leyes que les despojan de su condición de individuos, metiéndolos a todos en el mismo saco y por lo tanto lanzando un mensaje a la sociedad de alarma y peligro que luego la gente suele creerse y asimilar.

La alarma social con los “Perros Potencialmente Peligrosos” (PPP) o con los ataques caninos en general provoca una clara estigmatización (completamente injusta e injustificada), lanzando mensajes de miedo y alerta sin ninguna base científica o educativa y sin análisis de responsabilidad. Se está condicionando a la población en la manera de percibir y relacionarse con estas razas y, por extensión, fácilmente se proyectan estos prejuicios sobre otros perros. Se provoca así una especie de “necesidad social de seguridad y control” que se suele traducir en el uso de elementos de control (físico y administrativo) como solución primaria2, cuando hay otros caminos mucho más prometedores que podrían abordarse si realmente consultaran a profesionales que buscan el bienestar.

Por otro lado, en este estado de alarma y miedo se producen reacciones sociales fóbicas hacia los perros que estamos cansados de ver día a día: caras de asco, discusiones absurdas, intolerancia, prepotencia, superioridad y pretensión de privilegios ante un perro y su tutor (¡ojo! que los tutores también tenemos lo nuestro, ¿eh?), prohibiciones en parques, jardines, comunidades, portales, establecimientos, playas… o el famoso “tengo miedo a los perros” como orden o imposición. Por supuesto, ese miedo siempre debe respetarse cuando provenga de una experiencia personal complicada o una patología, pero no se puede usar para imponer mis miedos a los demás. Por último, ya pasamos a los que van directamente a hacer daño a los perros: trampas, envenenamientos, negligencias en la caza, robos, organización de peleas y sparring, maltratos, abandonos, protectoras y refugios completamente abarrotados de perros y sin recursos humanos ni materiales, condiciones lamentables, etc.

Por hacer un ejercicio de sentido común y poner un ejemplo que se entienda, podríamos extrapolar este concepto de PPP al ser humano: ¿estaríamos de acuerdo en encadenar las manos y los pies a cualquier persona potencialmente peligrosa? Ya sea por tamaño, peso o habilidades de lucha… parece inconcebible, ¿no? Si hoy en día nos resulta tiránico atar y amordazar a personas sin necesidad, sólo por su capacidad de hacer daño físico, sin importar sus intenciones y su realidad emocional, ¿por qué con los perros nos parece bien? Nuestra “necesidad de sentirnos seguros” no puede hacernos traspasar ciertas líneas éticas y morales infranqueables para una sociedad que busque el bienestar animal y humano. Parece que hay que darle una gran vuelta a nuestras mentes.

Nuestra intención analizando todas estas “acciones humanas” sobre los perros es simplemente dejar claro que la responsabilidad es precisamente humana y por tanto nos toca a nosotros darnos cuenta y promover y ejecutar un cambio integral en nuestra relación con los perros como sociedad y como individuos. Sólo si tenemos la intención real de aprender y actuar para buscar el bienestar conjunto podremos empezar a darnos cuenta de que hay un montón de cosas que no van bien, de que hay que cambiar las cosas. Afortunadamente, mucha gente lleva tiempo en ese camino, aunque por desgracia, creo que como sociedad no se termina de elegir ese camino que busque el bienestar real.

Podríamos hablar mucho más sobre lo que está pasando con los perros, es un debate muy necesario y bastante urgente ya que sucede a todos los niveles y puede haber consecuencias nefastas. Es por eso que consideramos fundamental que asociaciones, empresas, educadores, adiestradores, entidades y personas que realmente tengamos estas inquietudes nos movilicemos para ir construyendo herramientas y recursos con los que aportar nuestro granito de arena para una integración canina respetuosa con los perros y de calidad en nuestra sociedad.


Ámbitos de intervención


Como idea final acabamos el artículo proponiendo un análisis de todos los ámbitos en los que creemos urgente la activación de un proyecto de intervención integral:



Jose Ángel

Armonizadogs

10-12-2024





  1. Humanización-antropomorfismo-maltrato psicológico inconsciente, mala educación-no educación, consentimiento crónico, sobreprotección o por el contrario enfados sistemáticos, ira, violencia, falta de atención-interés, tomárselo a lo personal… 

  2. Seguros especiales, licencias, leyes racistas, bozales, cadenas aversivas, collares eléctricos, adiestramiento ultra-tradicional, jaulas, perreras, sacrificios…